Me llamo Sara, tengo 30 años, estoy casada con el hombre de mi vida y soy mamá. Mi bebé se llama Héctor, tiene casi 4 meses, es rubio con los ojos azules, no sé muy bien de dónde los ha sacado, pero son preciosos, es dormilón, alegre, tierno, guapo a rabiar, no porque sea mi niño, es un precepción totalmente objetiva.

Héctor tiene Síndrome de Down.

Sólo quiero contaros nuestra historia.

sábado, 30 de agosto de 2014

Vuelta al cole.

¡Hola a tod@s!

Hemos estado unos días fuera, en  Huelva, la vida en el sur me parece como que es más vida, el sol más bonito y la brisa marinera más marinera. Me encanta.

El caso es que esta semana me ha dado para mucho. He descansado a nivel físico, mental y emocional y eso se nota, of course. Más o menos  tengo las ideas claras sobre algunas cosas que estaba haciendo mal y he reafirmado otras que estaba haciendo bien. He disfrutado de estar sola con mi marido buenorro, sí, mi marido es un buenorro y con Hectolinomylove. Nos ha venido muy bien, la verdad es que cuando estamos los tres parece que las cosas están en orden. A veces nos (me) cuesta encajar a cada persona en su lugar y encajarme a mí misma en el espacio y el momento preciso. Pero más o menos sé por dónde debo tirar y eso me alivia bastante.

Quiero contaros una cosa que pasó estando allí y que la verdad es que me ha llevado a reflexionar en un tema que me toca bastante la moral. Paso a narraros mi experiencia. Hemos estado un hotel porque queríamos relax completo y un día, haciendo aquagym, no me escondo, antes era una bohemia de la vida que no sabía dónde iba a estar el día siguiente pero ahora soy una madre luchando por recuperar la cintura y sí, he hecho aquagym rodeada de abuelitos con mucho arte. Entre los personajes que nos juntábamos con nuestro "churro" para compensar el bacon del desayuno estaban unos niños, bastante odiosos. Ideales, guapos, morenos, delgaditos, y de familias bien. También había otro niño. No tan guapo, no tan moreno, no tan ideal, al menos a simple vista, un niño especial, pero un niño al fin y al cabo. Y, como todos los niños, quería jugar y hacer amigos, así que en su inocencia se acercó a este grupo de niños ideales-odiosos y empezó a hablar con ellos, preguntándoles de dónde eran y cómo se llamaban (siempre he admirado eso en los niños, yo era tan tímida que mi padre tenía que llevarme de la mano y preguntarle a las niñas de la playa si querían jugar conmigo, soy así de pava), y estos empezaron a reírse vilmente de él, diciéndole que eran de Kazajstán, de Cuba, inventándose nombres, porque se dieron cuenta de que él simplemente se lo creía, no sospechaba. Entonces se pusieron a mi lado riéndose de como daba palmas al ritmo de la música, y hasta allí llegué. Había estado muy pendiente de toda la escena, esperando que alguno de ellos, quizá alguno de los más mayores tuviera la decencia de dejar de reírse, tuviera algo de compasión y empatía, pero al parecer, eran cualidades desconocidas para ellos. Y ahí salió la Juana de Arco que llevo dentro. Me acerqué a ellos y les dije:

-¿No os estáis dando cuenta de que ese niño no es como vosotros?

Se me quedaron mirando como si hubiera bajado del cielo y tuviera una trompeta pegada a la frente. Una, la más mayor me dijo que sí y entonces les pregunté que porqué se estaban riendo de él y si no les daba vergüenza. Una de las niñas me miró con los ojos llenos de lágrimas, no creo que de pena, sino de rabia por haber sido descubierta, el caso es que la misma niña estaba jugando por la tarde con el chico, así que quiero pensar que algo germinó en su cabeza de lo que les dije.

Ninguno me respondió, porque eran unos cobardes, sólo se atrevían con ese pobre niño flacucho que quería jugar con ellos.

Salí de la piscina y se lo conté a Javi que me dijo que los niños son crueles por naturaleza... ¡¡PROTESTO SEÑORÍA!!  Yo no creo que los niños sean crueles por naturaleza, también hay niños buenos, compasivos, que se ponen en el lugar del otro y no le hacen sufrir. Como ejemplo mi sobrino, que sufre por los males del mundo o yo misma, no por tirarme el pisto, era la única amiga de una niña de mi colegio, Moni, a la que maltrataban y apartaban por ser diferente y por la que me pegué con David, un chico de mi clase. Y no quiero pintarme como una niña modelo, que no lo era, yo me metía con mis compañeros, pero con aquellos que eran iguales que yo, gafotas, gorditos... Yo misma era una niña gordita que aguanté como pude las burlas de algunos hasta que llegué a la pubertad y me convertí en una muchacha estupenda. Pero a lo que iba, yo me metía con aquellos que se podían enfrentar a mí, los que se podían defender porque sabían que mis palabras tenían la intención de provocarles pero nunca, nunca, nunca jamás me reí del indefenso, del que no podía defenderse por la simple razón de que confiaba en mi buena voluntad y no captaba mi malicia.

Estos niños del hotel eran unos maleducados. Con los días me dí cuenta de que los grandes culpables de esa forma de ser eran sus propios padres, al verles comportarse en la piscina, en el comedor, en el gimnasio... Gente a la que le dan exactamente igual los demás porque lo primero son sus derechos,gente que se ríe de otros no tan estupendos como ellos, matrimonios rotos...

De mi infancia recuerdo muchas cosas y una de ellas es la educación que me dieron mis padres, y el ejemplo que me pusieron de ayudar a los más necesitados y sobre todo respetar a mi semejante, sin importar si era muy guapo, muy listo o todo lo contrario. Respetar sin condiciones.

Pero lo peor de todo, es que en el fondo de mi corazón me imaginé a mi maravilloso niño dentro de unos años enfrentándose a un grupo de desgraciados que se reirán de él y  él, que es bondad en estado puro no se dará ni cuenta... Pero, ¿y si sí se da cuenta? ¿Y  si le hacen sufrir? ¿Y si no estoy yo para darles patadas voladoras a todos? Y aquí sale la loca que llevo dentro, porque yo de entre todas las cosas que soy lo más destacable es que soy una loca de la vida y si yo llego a ser la madre de ese niño me tiro al agua de cabeza y me ponga a arañarles en la cara... Me duele el corazón sólo de pensar en que algo así pueda pasar y mi marido buenorro no va a ganar suficiente dinero en esta vida para pagar todas las multas que me van a poner por soltar bofetones y collejas a diestro y siniestro en los hoteles de España. Yo y los futuros hermanos de Hectolinomylove, que serán sus guardaespaldas, porque yo les entrenaré para ello.

Ya sé que esa no es la solución y que lo que hay que hacer es concienciar y educar pero... No me juzguéis mal...  Estoy aprendiendo.

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